Mientras preparaba el mensaje y pensaba en mi testimonio, me di cuenta de cuan incapaz soy de hacer nada por mí mismo, ni de cambiar las cosas que están mal en mi vida, ni tengo nada que pueda ofrecer, ni nada que merezca la gracia de en mi vida.
Sólo a través de su Espíritu Santo es que estoy dotado de la capacidad para llevar a cabo el llamado que ÉL tiene para mí, la misión que él me ha encomendado…
Vamos a leer Lucas 4:16-21.
«Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.»
Lucas 4:16
«Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:»
Lucas 4:17
«El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Lucas 4:18
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;»
«A predicar el año agradable del Señor.»
Lucas 4:19
«Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.»
Lucas 4:20
«Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.»
Lucas 4:21
Un día de reposo, Jesús, entra en la sinagoga del pueblo donde había crecido, Nazaret.
Es como si de toda la vida me hubiese criado aquí en Canillejas, o en cualquier barrio de Madrid, y un domingo entro en la parroquia de Santa Florentina dónde fui monaguillo.
Evidentemente todos me conocen, desde el Padre, hasta las ancianitas de la primera fila, me santiguo y el padre me pide que le ayude con los símbolos, así que acepto y camino al lado de los otros ayudantes por el centro de la iglesia como un buen católico romano, con una bandejita que tiene la oblea, pero justo antes de entregárselo al cura, me paro y me pongo a gritar diciendo que eso no es el cuerpo de Cristo y que no estoy de acuerdo con ello.
Bueno, pues Jesús entra en la sinagoga y seguro que muchos se alegraron de verle y le saludaron y le preguntaron cosas y estuvo un rato charlando con ellos.
Comienza la reunión. La liturgia de la sinagoga es bella y estaba compuesta de las siguientes partes:
- Se empezaba con dos bendiciones, el Shemá y otras dos bendiciones en la mañana y una por la tarde.
- A continuación se recitaban las eulogías, que eran oraciones con un alto contenido doxológico, hablaban de la gloria de Dios. Las eulogías eran 19, pero en el día de reposo sólo se recitaban las tres primeras y las tres últimas.
- Después se procedía a la lectura de las Escrituras y el que leía hablaba sobre lo que había leído.
- Se despedía la reunión con oración en alta voz y en privado.
Me impactó mucho leer estas oraciones y pensar que fue Jesús mismo el que las recitó, siendo que hablan de él mismo como redentor, como rey, como sanador.
Hablaban del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de su gloria y del Mesías que había de venir por eso, he incluido al final de cada uno de los temas que os voy a compartir en esta tarde, el extracto de alguna de ellas.
Cuando el que recitaba la Eulogia acababa la oración, todo el pueblo que estaba en la sinagoga respondía amén, y así vamos a hacerlo en esta mañana, nos vamos a transportar al siglo primero a la sinagoga de Nazaret.
Allí con los doctores de la ley y los rabinos. Así que cuando yo lea el extracto de la oración todos vosotros respondéis: «Amén».
JESUS VINO
El ministerio de Jesús comienza después de este episodio.
Anteriormente se ha bautizado, ha sido tentado por Satanás y ha pasado por Galilea pero para mí, con este gran bosquejo de lo que posteriormente será su labor y desarrollará en los tres años más fructíferos que ha vivido nadie sobre la faz de la tierra, comienza su ministerio.
Jesús lleno del Espíritu Santo, lee la porción de Isaías, y concluye con una frase, que por lo menos a mí me tiene sobrecogido: «esto se ha cumplido hoy delante de vuestros ojos».
Así que vamos a analizar a muy grandes rasgos las características principales del ministerio de Jesús.
Jesús vino a:
Dar buenas nuevas a los pobres
Lo primero que pensé cuando leí esta parte fue, ¿Por qué a los pobres solamente? ¿No es que las buenas nuevas del evangelio son para todos? ¿Por qué esta distinción? mientras seguía meditando en esto recordé el pasaje de las bienaventuranzas en Mateo 5:3,
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.»
Mateo 5:3
y entonces la idea empezó a tomar forma, comencé a investigar.
La palabra griega utilizada (tanto en el texto de Mateo 5:3, como en el otro discurso en el que se incluyen las bienaventuranzas en Lucas 6, como cuando los discípulos de Juan van a pedirle las credenciales a Jesús, y Jesús les dice: «decirle a Juan que las buenas nuevas son dadas a los pobres, que los ciegos ven…») para pobre es «ptochos», que viene del verbo «prossein» que significa rebajarse o agacharse, humillarse, mendigar.
Ptochos significa literalmente mendigo, miserable, alguien que no tiene absolutamente nada, ni influencia social a través de su carisma, ni posesiones.
Sólo cuando uno es consciente de que no tiene absolutamente nada delante de Dios, cuando se ha dado cuenta de que está totalmente corrompido y no hay nada que el posea que pueda acercarlo a su gracia, sólo cuando uno es lo que se es delante de Dios, o sea nada, es que está en disposición de escuchar las Buenas Nuevas Salvación.
Vivimos en la sociedad del “tanto tienes tanto vales”.
Desde pequeños se nos enseña en las escuelas e incluso nuestros padres, a ser competitivos, a imponernos, a imponer nuestro criterio, a hacer evidente nuestra valía, a ser en cierto modo orgullosos.
El hombre que es considerado de éxito es aquel que se fija unas metas y las consigue caiga quien caiga, aquel que cree en sus capacidades y está seguro de si mismo.
El slogan de la campaña de Barak Obama era “Yes we can” (“Si que podemos», o «nosotros podemos”)
Era la declaración de autosuficiencia de un hombre que se ha hecho a sí mismo.
Todos los comentarios que se oían de Obama en la campaña, es que era un hombre decidido, autosuficiente, que se había hecho a sí mismo, un hombre que se había abierto camino en un mundo de blancos, licenciado en Harvard, senador… en fin, y todo por sus propios méritos.
Él mismo es el responsable de su éxito, aunque nosotros sabemos bien quien es el que pone y quita Reyes, ahora no nos van a vender la moto.
Cuando tu ves a Obama, en sus ojos puedes ver la altivez, el orgullo, la actitud de, a mi no me sopla nadie.
El primer requisito para la salvación es reconocer que se está irremisiblemente perdido, que se está destituido de la gloria de Dios, porque las cosas del reino siempre tienen una matemática inversa, no funcionan como funciona la sociedad que nos rodea.
Se tiene que entender, que «no es por mis méritos», sino por Sus méritos. Que lo que uno tiene no vale nada, que lo que has conseguido por ti mismo, no vale nada.
Despojarse de todo orgullo, de toda seguridad en uno mismo, eso es ser pobre, pobre de espíritu.
Sin esta convicción de pecado, del estado de suciedad y depravación que nos separa del amor de Dios, la salvación no es posible.
Si has reconocido todo esto, si has visto tu inmundicia, entonces eres pobre de espíritu y hay una buena nueva para ti, Cristo vino a dar su vida por tus pecados, el Espíritu de Dios le ungió para que tú tuvieras vida y vida en abundancia, estás en disposición de recibir las buenas nuevas.
Una de las 18 oraciones que mencionamos antes que se hacían en la sinagoga dice: «Tú OH Señor, eres poderoso para siempre; Tú, que vivificas a los muertos, eres poderoso para salvar”
Jesús vino para:
Sanar a los quebrantados de corazón
La palabra griega utilizada aquí para quebrantado es «suntribo» que significa desmenuzado, roto en mil pedazos, roto por aplastamiento debido a circunstancias externas.
Corazón en griego es «kardios», que es, en sentido literal, el órgano que todos tenemos en nuestro cuerpo que bombea nuestra sangre pero también, tanto en griego como en español, es donde se crean y controlan todos los pensamientos y todos los sentimientos.
La imagen o el significado de suntribo kardios es la de un corazón, en términos sentimentales roto en mil pedazos, aplastado por circunstancias externas.
El miércoles pasado en el seminario hicimos un funeral.
Tenemos una asignatura que se llama Teología Pastoral y en ella tenemos que representar casi todas las ceremonias que se dan en la iglesia.
Una de ellas es el funeral. A mí me tocó representar al mejor amigo del difunto.
Cuando me subí al pulpito y los vi a todos vestidos de negro, vi a la viuda, a los hijos, en fin se me puso un nudo en el estómago y me emocioné tanto que no podía ni hablar.
Bueno en realidad no, lo que me pasaba es que me estaba muriendo de risa, pero disimulé muy bien.
Ya en serio, la pérdida de un ser querido es una de las cosas más feas que le pueden pasar a uno, yo solo compararía ese dolor con la traición de la confianza, en cualquier caso, los dos son terribles.
Hace algunas semanas, estuvimos en el PEC, la conferencia europea Pentecostal y allí habló Juan José Cortés.
Para mí fue lo mejor de toda la conferencia.
Juan José Cortés que es el padre de Mary Luz, la niña de cinco años que recientemente fue asesinada.
Dijo que le habían robado su tesoro más preciado, su niña, que le habían apagado la alegría del rostro y que le habían roto el corazón y a él mismo en mil pedazos.
También dijo que cuando tu rompes un vaso, aunque lo rompas en mil pedazos sigue siendo un vaso y el dijo que aunque su corazón estaba roto en mil pedazos el sigue teniendo el gozo de que cuando muera va a ver a su hija.
Dijo muchas cosas increíbles, pero dijo que la presencia de Dios le hacía temblar y que cuando estaba ante las autoridades, ellos tenían que temblar también y que no se lo explicaban, que le decían, «Señor Cortés no sabemos que tiene usted que cuando estamos delante de usted no podemos dejar de temblar».
El les respondía: «yo si se qué es, es la presencia del Dios todo poderoso del Dios vivo que está sanando mi corazón ante el cual yo tiemblo, ante cuya presencia toda criatura tiene que temblar, porque vive, y vive dentro de mi».
Dijo que hasta uno de los abogados que era ateo, se lo dijo, le dijo: «yo no creía hasta que le he conocido, pero ahora sé que algo tiene que haber, porque cuando le veo me echo a temblar».
Ateos dando testimonio, esto es algo que sólo la presencia del Dios todo poderoso puede hacer, ante el cuál temblamos.
No sé cómo está tu corazón, no se si lo tienes quebrantado, si hay algo que te duele, si sientes que lo tienes roto en mil pedazos y te parece que nunca va a volver a ser el mismo corazón que fue antes, pero si se una cosa, que Cristo vino a sanar a los quebrantados de Corazón, que el mismo Dios de Juan José Cortes me hace temblar a mi ante su presencia y que es un Dios del que puedo dar testimonio personal y decir que sana, no sólo físicamente sino que también sana el corazón.
¡Aleluya! Bendito sea su nombre.
“En tu abundante misericordia levantas a los que están caídos y sanas a los enfermos”.
Jesús vino a:
Libertad a los cautivos
La palabra griega para cautivos es «aicmalotos».
Significa alguien que ha sido tomado a punta de lanza, un prisionero de guerra, significa privación de libertad a manos de un enemigo.
Jesús leyó este texto de Isaías, delante de una audiencia que sabía bien lo que era la cautividad, delante del pueblo judío.
En ese preciso momento estaban bajo el imperio romano que si bien no era una cautividad en toda regla y se les permitía cierta libertad de acción, no era una libertad completa.
Así que la gente que allí estaba en la sinagoga sabía bien lo que era aicmactolos. Os aseguro que la sensación de ser privado de libertad es una cosa terrible.
Cuando uno está cautivo pasan dos cosas:
- Uno pierde su libertad.
- Uno pierde su capacidad de decidir, su razón.
Puede ser que haya cosas que te hagan perder el control, o aspectos de ti que te venzan y se te escapen, que el dolor mismo haya nublado tu capacidad para decidir las cosas que te convienen, te haya hecho perder tu libertad.
Sea cual sea el problema, como he dicho antes tenemos que saber que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, que estamos enfrentando una lucha espiritual, tal y como la vi como cuando estuve muerto, porque Satanás está interesado en llevarte cautivo.
Pero el Señor nos ha equipado con una armadura, Cristo.
Cristo vino a dar libertad a los cautivos, a los cautivos del pecado, a los cautivos de sí mismos, a los cautivos de cualquier tipo de vicio, Jesús vino a dar libertad, libertad, libertad, una vez más os digo: «Vestíos de Cristo, de toda la armadura.»
“OH Rey, Ayudador, Salvador y Escudo, Bendito eres Tú, OH Jehová, el Escudo de Abraham”.
Jesús vino a:
Dar vista a los ciegos
Un ciego es una persona que no ve. Ya te puedes poner delante haciendo el mono que si la persona es ciega no ve absolutamente nada.
Una vez, estaba esperando en una parada de autobús a que viniera y en la acera de enfrente había un vendedor de la once.
La once es la organización nacional de ciegos de España que organiza el sorteo de la lotería.
El hombre estaba allí tan tranquilo vendiendo sus cupones. Tenía a su lado un perro guía, que parecía un muñeco de lo tranquilo que estaba, negro y enorme pero tendido allí a su lado. Tenía su bastón blanco, apoyado en la pared y sus gafas de sol enormes, que le tapaban media cara, todo ello típico de ciego, la indumentaria necesaria para ser un ciego en toda regla, el perro, el bastón y las gafas.
Cuando llegó la hora en que se debía de ir, que acabó su horario, recogió el tenderete que había montado y empezó a caminar, con su perro, su bastón y sus gafas.
A escasos cien metros de donde el hombre estaba situado el hombre con su puesto, había un bar.
Bueno, pues cuando pasó por el ventanal del bar, miró hacía adentro, porque ese tenía de ciego lo que yo, y uno de los hombres que había en el bar le hizo una señal con un botellín de cerveza, como invitándolo.
Ni corto ni perezoso, el hombre ató al perro, se quito las gafas, dejó apoyado el bastón y entro al bar a tomarse algo con su amiguete.
Recibió la vista al instante, la cerveza se la devolvió.
Así muchas veces nos encontramos nosotros, bueno así no, ciegos de verdad y algunos todavía siguen:
ciegos, en tinieblas, sin comprender nada, sin tener un horizonte claro, sin tener una visión clara de la vida, ni de su propósito, ni de nada en general.
A veces nos ayudamos con bastones para poder seguir hacia delante pero aún así lo que está delante de nosotros sigue siendo tinieblas, oscuridad.
Son ayudas nada más, no solucionan nada, son parches.
A veces nos ayudamos con perros para que nos guíen, con herramientas que adiestramos para llevarnos a los lugares que intuimos nos convienen, para conducirnos a nuestra casa, lo que nosotros consideramos nuestra comodidad, pero seguimos sin ver, no tenemos nada claro, viajamos sin rumbo.
Tenía un profesor que decía que si no sabes hacía donde vas, jamás llegarás a ninguna parte.
«El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.
Isaías 50:10
Cristo este sentido vino a hacer dos cosas por ti:
EL VINO A DARTE LUZ
Es como la cerveza para nuestro amigo.
Él es la luz y en el no hay sombra de variación. Él es la luz del mundo. El que anda en su luz ya no andará más en tinieblas y puede ser que cuando su luz te alumbre, veas todo lo malo que hay en ti y te asustes, pero es entonces que empieza el proceso, y es entonces cuando te das cuenta de que eres pobre de espíritu pero te alegra mucho.
Te das cuenta de que tenías el corazón quebrantado pero que él y su luz te lo están sanando, eres consciente de que estabas cautivo pero a tu vida ha llegado libertad y estabas ciego pero ahora ves.
Es entonces que su luz empieza a brillar en ti y no hay más ceguera, todo es luz.
VINO A ENSEÑARTE EL CAMINO
Él, es en sí mismo la meta, el propósito de tu vida, la dirección, el sitio a donde debes llegar.
Él es el punto de partida y el fin.
¡Bendito seas Tú, Jehová, que vivificas a los muertos!
CONCLUSIÓN
Jesús interrumpe la lectura de la profecía de Isaías en el versículo 19, “predicar el año agradable de Dios».
Este versículo es una clara alusión al año de jubileo que era una vez cada 50 años.
Durante este año, se devolvían las tierras que se habían comprado a sus dueños originales, los esclavos recibían libertad y a otros se les perdonaban las deudas.
Todo se volvía a recolocar, en parte porque el pueblo de Israel tenía que comprender que Dios es soberano y que él proviene todo lo que tenemos y en parte porque así nadie acumulaba riquezas existiendo la posibilidad e que hubiera una descompensación fuerte.
Jesús instauró un jubileo temporal hasta que el vuelva y a partir de entonces será definitivo.
Cuando murió en la cruz, Cristo declaró: «consumado es, cumplió con su misión, ejerció su ministerio, con la poderosa ayuda del Espíritu Santo que estaba sobre y en Él».
Dio la buena nueva a los pobres, sanó a los quebrantados de corazón, puso en libertad a los cautivos, dio vista a los ciegos e instauró el jubileo, el año agradable del Señor.
Consumado es!
No se si te sientes pobre de espíritu, si te sientes como Juan José Cortés con el corazón en mil pedazos, si te sientes secuestrado como me secuestraron a mi, privado de libertad o si te sientes ciego, pero no como mi amiguete que de ciego no tenía nada, sino que sientes que la oscuridad te rodea y no sabes hacia dónde ir.
Si te sientes de alguna de esas formas, a ti te digo que el ministerio de Cristo no ha acabado, sigue vigente a través de su Espíritu Santo.
Si no, si estás estupendo, tienes una comisión.
Cuando Jesús envió a sus discípulos les sopló y les dijo: «recibid el Espíritu Santo», ese mismo Espíritu que estaba sobre él y que le ungía y a través del cual cumplió con este bosquejo ministerial divino.
Ese mismo Espíritu Santo que se derramó el día de pentecostés bautizando a los que estaban reunidos en el aposento alto, está hoy aquí, está en medio de su iglesia, está sobre ti y te ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, para dar buenas nuevas a los pobres, para sanar a los quebrantados de corazón, para dar libertad a los cautivos, para dar vista a los ciegos, para proclamar que el año agradable de Dios sigue vigente.