Elías es un personaje bíblico que a mi personalmente me encanta.
Podemos leer sobre su vida y de la forma en que el Espíritu Santo le usó poderosamente en los libros de Reyes.
Como fue un profeta poderoso, pero también un hombre lleno de temores aunque no era para menos, pues el ministerio de Elías se desarrolló en tiempos convulsos, en los tiempos de Acab, Rey de Israel y de su mujer Jezabel, que se encargó de matar a casi todos los profetas…
En la vida de Elías podemos ver como vivía en una dimensión espiritual especial, tanto era así que el Espíritu Santo lo tomaba y se lo llevaba de un lugar a otro.
Cuando se encontró con el siervo de Acab, Abdías, le dijo que quería ver al Rey y este se llenó de temor porque sabía que Elías tenía la fea costumbre de desaparecer.
Evidentemente no se atrevía a decirle nada al Rey y su miedo era quedar mal ante él.
Entre los hechos de Elías, un hombre que se atrevía a repetir la frase: «vive Jehová en cuya presencia estoy», se pueden destacar un montón, como el episodio con los 400 profetas de los baales o la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta y aunque no voy a hablar de ninguno de ellos si que os insto a que leáis atentamente estos textos riquísimos y saquéis enseñanzas para vuestras vidas.
Bien os hablo de Elías porque no deja de asombrarme la forma que Dios tiene de proveer para su sustento una y otra vez.
Le lleva a una cueva dónde cuervos y la naturaleza misma le sustentan, le alimentan, le permite conocer a la viuda que le da de lo último que tiene para vivir, con la consiguiente bendición para ella y hasta un ángel mismo le da de comer.
Me impresiona que cuando uno ha dispuesto en su corazón servir al Señor, a amarlo y honrarlo con lo que es y lo que tiene, el Señor siempre y repito, siempre, es fiel.
Aún así vemos que Elías en su humanidad, porque era humano, en la palabra, dice de él que era un hombre sujeto a pasiones, como tú y como yo, y muchas veces está profundamente deprimido y dudando.
Otro ejemplo de fidelidad del Señor y de su provisión es con el pueblo de Israel.
Dios, con su poderosa mano y misericordia, los sacó de Egipto y los libró de esclavitud.
Puso una columna de fuego y una nube que los protegía, columna y nube que estaban siempre presentes y que seguro el pueblo veía constantemente.
Pero vemos como a cada dificultad, el pueblo de Israel renegaba y entre otras cosas por eso no entró en la tierra prometida.
Dios les mandó el maná del cielo, una provisión gloriosa, una de las formas estrambóticas y sin mucha lógica que el Señor emplea para sustentar a su pueblo.
Cuando el pueblo se cansó de comer maná, el Señor les mandó carne, aunque lo consiguieron un poco de mala manera.
Aún así, el esquema seguía siendo el mismo: provisión, alegría, un poco de tiempo, problema, olvido de la provisión gloriosa y queja.
¿Sabéis hermanos?, muchas veces he pensado, «¡ay que ver con el pueblo de Israel!, como era», pero he descubierto que nosotros, somos exactamente iguales.
Necesitamos recordar las cosas sencillas constantemente, los rudimentos y las cosas esenciales una y otra vez para no desviarnos, porque corremos el peligro sutil de ni siquiera darnos cuenta de que las estamos olvidando.
Vamos a Malaquías 3:6 al texto archiconocido del diezmo y vamos a recordar uno de estos principios gloriosos que se nos suelen olvidar pero que son fundamentales, la matemática de la provisión divina y he titulado este pensamiento:
YO ME QUEDO CON LA GUINDA
«Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.»
Malaquías 3:6
«Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?»
Malaquías 3:7
«¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.»
Malaquías 3:8
«Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.»
Malaquías 3:9
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.»
Malaquías 3:10
«Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.»
Malaquías 3:11
«Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.»
Malaquías 3:12
COMPROMISO CON EL DIOS QUE NO CAMBIA
El pueblo de Israel seguía en sus trece.
Se habían olvidado de la provisión gloriosa de Jehová y no sólo eso, sino más grave aún, no se habían dado ni cuenta.
¿En qué te hemos robado? preguntan, y Dios les responde claramente: «en vuestros diezmos y ofrendas»
Pero como es un Dios que no cambia, que sigue siendo el mismo, el Dios que en su misericordia no nos ha consumido, en línea con el versículo 6, que mantiene la promesa, y este versículo me parece glorioso, les dice:
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.»
Malaquías 3:10
En estos días pasados leía la historia de Ezequías.
Este joven empezó a reinar sobre el pueblo a la edad de 25 años.
Lo primero que hizo fue restaurar el culto de una forma ordenada, el servicio de la casa de Jehová.
La historia de Ezequías la podéis leer en el 2 libro de Crónicas.
Llegó un momento cuando ya se habían establecido una serie de cosas, se había celebrado la pascua, y purificado los utensilios del templo, en el que se recordó al pueblo el principio básico del diezmo.
Dice en la Palabra que se empezó a amontonar en pequeños montones lo que la gente traía, los diezmos de todo, las primicias y que en el mes séptimo todavía seguían trayendo, lo que nos habla de una continuidad y de unos montones enormes.
Dice que pasados estos cuatro meses vino el Rey Ezequías y habló con el sumo sacerdote, este le dijo que habían comido con abundancia y les había sobrado porque Dios había bendecido a su pueblo.
El pueblo de Dios se había comprometido y Dios abrió las ventanas de los cielos.
En todo el Nuevo Testamento se nos habla de la mayordomía, en los evangelios más específicamente continuamente, la parábola de las diez vírgenes, de los talentos, y un sin fin más.
Yo he comprendido, leyendo estos textos de Malaquías y de Crónicas que el diezmo no es un acto que ejercemos para conseguir unos resultados, sino que es una forma de vida.
Le damos a Dios, no porque tengamos nada, sino porque es suyo, y es por eso y no porque esperemos que Dios nos bendiga por hacerlo, sino porque tenemos un compromiso con nuestro proveedor y él, que no cambia, que por su misericordia no nos ha consumido, nos bendice de una forma gloriosa.
Dice: «probadme en esto», y no se si alcanzáis a comprender la gravedad de esta declaración.
Esta afirmación sólo me parece comparable a alguna que he encontrado en el libro de Abdias y en Isaías en las que dice: «juró Dios por su Santidad».
Si hemos conocido a Dios, sabemos que Dios no puede negarse a si mismo, que permanece siempre fiel, por eso no hemos sido consumidos, y comprendemos también que no hay una garantía más grande en cuanto a una promesa.
Los hombres hacen promesas y luego las cumplen o no, mi padre, tenía por costumbre no cumplirlas. No porque tuviese mala idea ni nada parecido pero hacía promesas sin estudiarlas y luego no podía cumplirlas.
Por ejemplo: «cuando llegue a casa te llevo al parque», pero las cosas se le complicaban en el trabajo y llegaba a las diez de la noche y claro, yo estaba durmiendo, y no había parque, no cumplía con su promesa.
Dios no es hombre ni hijo de hombre para que se arrepienta y es fiel a su promesa.
Esta más o menos queda así: «Si tu te comprometes conmigo, si eres un buen administrador de las cosas que son mías y yo te he dado, si no dejas que falte el alimento en mi casa, si entras en la dinámica de una mayordomía integral, yo seguiré proveyendo con esa forma divina que tengo de hacer las cosas, abriré las ventanas de los cielos contigo, como lo hice con Elías y como lo he hecho con mi pueblo».
Bien, hasta aquí hemos estado hablando de cosas más bien físicas, que no dejan de ser espirituales, pero más bien físicas, de nuestro diezmo y de la provisión de Dios, pero he aquí la guinda:
LA GUINDA
«Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.»
Malaquías 3:11
«Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.»
Malaquías 3:12
Este versículo nos habla de una evidente esfera espiritual.
Mi abuelo paterno, me contaba como en tiempos de guerra, en la guerra civil española, que le pilló a el con trece años, tenía un vecino que era un militar de alto rango, perteneciente a las tropas de Franco, que tenía un patio lleno de higueras.
Tenía varios empleados que las cuidaban, las podaban, las regaban en fin, todo lo que necesitaban para que cuando llegara la época diesen sus higos estupendamente.
Bueno, pues el me contaba como cada vez que pasaba por la valla que delimitaba el campo, se quedaba mirando y acechando a las pobres higueras.
Así todo el invierno, y cuando llegaba el verano, el tiempo del fruto, era implacable: saltaba la valla y arrebataba todo lo que podía, bolsas enteras de higos.
Así actúa Satanás, el devorado, el enemigo de nuestras almas.
No deja de acechar con el fin de destruir el fruto que nuestra vida está dando.
Nosotros somos esa buena tierra que ha recibido la semilla y da fruto con perseverancia de una forma sostenida e integral, pero el enemigo está empeñando en robarnos ese fruto.
Aquí no estoy hablando de la prueba, permitida por Dios, sino de lo que Satanás nos quiere arrebatar sin su permiso.
Pero fijaos bien, si nosotros nos comprometemos con Dios de una forma integral, el se compromete con nosotros de la misma manera.
Él vela a nivel espiritual y se encarga de reprender al enemigo por nosotros, nos libra de esa lucha constante, de esa batalla, nos libera de ese trabajo, para que seamos esa tierra deseada de todas las naciones.
¡¡¡¡¿No es maravilloso??!!!
En Dios somos ¡¡¡¡¡¡verdaderamente libres!!!!!!, ¡¡¡¡yo me quedo con la guinda!!!!
CONCLUSIÓN
Ezequías me recuerda a Rody, nuestro pastor.
No por la juventud evidentemente, pero si por sus acciones.
Hay un versículo en Crónicas que me llamó mucho la atención y es uno que dice que «Ezequías dio de su propia hacienda», o sea de su propio dinero, para la restauración del culto.
Rody, nuestro pastor, lo está dando todo por esta obra: su dinero, su tiempo y su vida completa como ejemplo de mayordomía integral.
Desde sus comienzos, el Señor le ha llamado a tener una visión original.
No dejo de acordarme de que cuando han venido diferentes ministerios predicando visiones diferentes y múltiples, el siempre ha permanecido fiel a sus ideas.
Siempre ha dicho que el Señor nos tendría que dar nuestra propia visión.
Me he estado acordando mucho de esto porque el Señor nos la está dando, ser los unos pastores de los otros, ser siervos los unos de los otros, siempre sujetos al pastor divino y a nuestro pastor, nuestra autoridad puesta por Dios.
El Señor ha purificado su casa, nos ha dado una visión, ha restaurado el culto y nos ha provisto en formas milagrosas y contundentes como lo hizo con la viuda de Sarepta, con Elías y con el pueblo de Israel.
El reto que tenemos hoy por delante, es comprometernos con Dios con nuestros diezmos, un principio sencillo y profundamente espiritual que se nos olvida frecuentemente, porque el Dios que no cambia, el que por su misericordia no nos ha consumido, se ha comprometido con nosotros.
Nuestro reto es que no falte alimento en su casa.
¿Sabéis? tengo una profunda carga desde hace algún tiempo porque la Iglesia pueda sostener aunque sea parcialmente al pastor, para que él pueda dedicarse a lo que debe.
Pero eso pasa por un compromiso, por una mayordomía integral.
Si lo hacemos, abrirá las ventanas de los cielos y mandará bendición hasta que sobreabunde y la guinda, reprenderá al devorador por nosotros, para que sigamos dando fruto sin estorbo y seamos esa tierra Santificada por Él y deseada de todas las naciones.
Que el Señor nos ayude.