Samueles de hoy. Profetas de nuestro tiempo

10
Mar
Profetas de nuestro tiempo

Quiero hablaros de un hombre cuyo mensaje fue siempre bueno a secas, porque fue Palabra de Dios.

Os hablaré de sus características, las que adquirió con su desarrollo, de su mensaje y por último, de una expresión que me encanta. Este hombre es Samuel.

Vamos al primer libro de Samuel 3:19:

«Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.»

1 Samuel 3:19

Samuel escucha a Dios

CONTEXTO

El libro de Samuel es la continuación cronológica del libro de Jueces.

Samuel fue el último de los jueces de Israel y después de él se instauró la monarquía a petición del pueblo.

Samuel mismo ungió a Saúl y a David y con este hecho se pasa a una nueva etapa en la historia del pueblo escogido de Dios.

Pero ¿cuál era la situación en los tiempos de Samuel?

El último versículo del libro de Jueces arroja luz sobre la situación del pueblo de Israel en ese momento, dice:

“En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.”

Jueces 21:25

No había unidad como país y cada tribu se regía a sí misma.

En el plano espiritual la cosa era un desastre. Podemos ver en los primeros capítulos de Samuel, como se había corrompido el culto a Jehová y como los sacerdotes representados en los hijos de Elí, Ofni y Finees, robaban y se acostaban con las mujeres que servían en el templo.

Esta corrupción de los que se supone que eran la cabeza espiritual de la nación, había contagiado al pueblo y la gente había perdido interés por el culto a Jehová y por todo lo que ello implicaba y por lo tanto, la palabra de Dios y la visión escaseaban.

O sea que en casi todos los sentidos, el país era un desastre, pero Dios levantó un profeta, Samuel.

Mientras meditaba en la situación del pueblo de Israel, la comparaba con la situación actual del mundo.

Cada uno lucha por su propio bien, cada país hace su propia guerra y los intentos de unidad, en contadas ocasiones dan fruto.

Tenemos a Irán, con su capacidad para crear una bomba nuclear.

Tenemos a Korea, tenemos a Pakistan y por otro lado Obama intentando unificar criterios para un desarme nuclear al que Francia se opone.

La corrupción moral en lo que deberían ser las autoridades espirituales mundiales es evidente.

Nunca antes había salido a la luz tanta inmundicia.

Tenemos los casos de pederastia del Vaticano, su falta de limpieza y transparencia económica y ¿cuál ha sido el resultado? Que la gente ha perdido el interés por el culto a Jehová, por la Iglesia primeramente y después por Dios.

El problema es que nosotros los protestantes tampoco nos libramos del escándalo y podría dar muchos ejemplos pero lo dejaré ahí.

No contentos con la situación de tensión y la corrupción moral encima tenemos la situación económica, que yo creo que es resultado de la corrupción moral, o como dice Leopoldo Abadía, lo que estamos viviendo no es una crisis económica, es una crisis de decencia.

Encima de todo esto, los fenómenos atmosféricos.

Cuando llegué el jueves por la noche a casa y encendí la televisión, puse CNN y lo primero que vi fue que la gente estaba asustadísima en Michigan porque habían visto una luz en el cielo durante minutos atravesando varios estados, un meteorito.

Después hablaron del volcán de Islandia y la que está armando en los aeropuertos europeos y posteriormente pasaron a tratar el último terremoto en China.

Hicieron un estudio de los últimos terremotos, Haití, Chile, California, Nuevo México, China, y uno podía ver cómo la gente está realmente asustada y mientras yo recordaba a Jesús cuando enseñaba a sus discípulos sobre las señales del fin en Mateo 24.

La gente está asustada, porque al igual que en tiempos de Samuel, escasea la palabra de Dios y la visión.

Pero yo he encontrado una diferencia sustancial: En tiempos de Samuel escaseaba la Palabra de Dios y hombres de visión e integridad que la declarasen, pero hoy en día no escasea la Palabra de Dios, la tenemos completa, lo que escasea y falta es que se levanten hombres como Samuel, profetas de Dios, que la declaren llenos del Espíritu Santo y con integridad.

El Señor nos ha llamado a ser profetas en nuestra generación.

A declarar la palabra de Dios, su juicio y su amor, a levantarnos con autoridad y como luminares ante la oscuridad, la incertidumbre y el miedo de la gente.

Ahora bien, ¿qué es un profeta y que características debe cumplir?: Vamos a analizarlo en la vida de Samuel.

La primera parte del versículo dice: “y creció Samuel y Jehová estaba con él” así que vamos a ver las características que adquirió Samuel en su desarrollo, desarrollo y crecimiento que fue supervisado y acompañado en todo momento por Dios.


Samuel unge a Saúl

LAS CARACTERÍSTICAS DE SAMUEL COMO PROFETA

En el Antiguo Testamento se utilizan cuatro palabras o términos diferentes para profeta: la primera y más usada es  «nabhí» que sólo en forma sustantiva se utiliza cerca de 300 veces en el Antiguo Testamento.

La segunda es «raáh», la tercera hoze, (estas dos últimas significan lo mismo, vidente) y la cuarta es ish elohim, que significa varón de Dios.

Los tres, aunque tienen ligeras diferencias significan lo mismo: portavoz de la palabra de Dios y no necesariamente alguien que predice el futuro.

Ahora, ¿cuáles son las características comunes que se cumplían en Samuel que por extensión también se cumplían en los profetas de Dios y que se deben de cumplir hoy día en aquellos que han sido llamados a ser profetas?:

Samuel fué llamado y levantado por Dios

“Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.”

1 Samuel 3:10

El que llama a Samuel es Dios. Por tres veces lo llamó y aunque él no estaba acostumbrado a oír la voz de Jehová, finalmente respondió, he aquí tu siervo oye.

Este es un requisito indispensable para alguien que declara la palabra de Dios.

Si lo que te llama son las ganas de figurar, no eres un mensajero de Dios. Si lo que te llama es vivir del evangelio, no eres un profeta de Dios.

Profetas, portavoces y mensajeros de Dios son aquellos que han sido llamados por Dios para serlo y han respondido: «habla porque tu siervo oye», en otras palabras, lo que tú digas, como tú lo digas y cuando tú lo digas.

Hermanos, el Señor nos está llamando a ser profetas en medio de las situaciones de nuestro tiempo.

Está buscando siervos que estén dispuestos a contestar como contestó Samuel: «Habla, porque tu siervo oye, porque si tú no hablas, yo no tengo nada que decir.»

Samuel estaba lleno del Espíritu Santo

“Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días.”

1 Samuel 2:35

En el ritual del nombramiento tanto de los reyes como de los sacerdotes, parte de la ceremonia era la unción con aceite.

Esta unción significaba que el que era ungido era apartado para una tarea específica por Dios.

Muy al contrario de lo que se asocia ahora con la unción en tiempos de Samuel, ser ungido no significaba que oraba más alto, ni que hacía vibrar a la gente (eso no es unción, es emoción), sino que significaba que habías sido separado por Dios.

Cuando Moisés ungió a Aaron y a sus hijos como sacerdotes, en Éxodo 29, los ungió con aceite separándolos así para el servicio a Jehová.

Cuando Samuel nombró reyes, a Saúl primero y luego a David, los ungió con aceite.

Jesús mismo fue ungido dos veces con aceite, una por la cabeza, declarándolo delante de los presentes sumo sacerdote, y otra por los pies, anunciando su muerte (el perfume de aquella época no era como el «agüilla» de ahora, era aceite).

El aceite es un símbolo que a lo largo de las escrituras representa al Espíritu Santo.

De Samuel, el versículo dice que andaría ungido delate de Jehová todos los días, andaría lleno del Espíritu Santo y apartado por Dios.

El Espíritu Santo es para todo aquel que ha sido llamado para ser profeta.

Los discípulos empezaron a predicar después de que el Espíritu Santo descendió sobre ellos y eso les capacitó para ser portavoces.

«si vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial no dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?».

Lucas 11:13

La promesa, como diría Pedro en Hechos 2:39, es para todos los que son llamados, y es una herramienta indispensable para llevar a cabo el plan de Dios.

«Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.»

Hechos 2:39

Si no has recibido al Espíritu Santo, pídeselo al Señor con sencillez de corazón y con humildad y él te lo va a dar a su tiempo, pero no porque tú te lo merezcas, ni porque se lo has pedido muy bien.

Te lo va a dar porque es necesario que en este tiempo se levanten profetas que hayan sido llamados y estén llenos del Espíritu Santo para declarar la Palabra de Dios con autoridad.

Samuel sujeto y sometido a autoridad

El profeta que ha sido llamado por Dios y está lleno del Espíritu Santo, ha aprendido a moverse en obediencia y bajo autoridad.

Samuel, aprendió obediencia y sumisión a la autoridad.

Estaba en todo momento sometido a lo que Elí dijese, y supongo y me imagino (porque la Escritura no lo dice), que a sus hijos también, incluso cuando ellos estaban equivocados, corrompidos y en desobediencia.

Lo primero que hace Samuel cuando escucha la voz, es correr a dónde Elí estaba.

Cuanto nos falta por aprender en este sentido.

Yo he tenido que aprender sometimiento en estos años.

No es que yo haya sido rebelde nunca ni buscador de líos, pero siempre he sido el bueno que por detrás hacía «lo que le daba la gana» y hermanos, durante estos tres últimos años el Señor ha tratado conmigo tan duro en este aspecto, que puedo asegurar que he aprendido la lección.

He aprendido lo que es la libertad gloriosa de la obediencia a las autoridades puestas por el Señor.

Por poneros un ejemplo, hoy estoy aquí delante e vosotros, en debilidad, y sometido a tres autoridades:

  1. Sometido a la autoridad del Señor, que es autoridad sobre toda autoridad.
  2. Sometido a las autoridades de esta iglesia local que son su pastor y sus ancianos.
  3. Sometido a la vuestra, que tenéis que juzgar si lo que os hablo en esta mañana es palabra de Dios o no, y el Señor ha depositado esa autoridad en vosotros que sois el cuerpo de Cristo.

La ecuación es bien sencilla: si el profeta no ha aprendido a someterse a las autoridades terrenales impuestas por Dios, tampoco está sometido a Dios y por lo tanto no es apto para recibir el mensaje y la palabra que Dios quiera dar.

Samuel declaraba el mensaje completo sin tergiversarlo ni adaptarlo para su beneficio

«Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere».

1 Samuel 3:18

«Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey.»

1 Samuel 8:10

Vemos en estos dos versículos, como declarar todo el mensaje de Dios era una constante en la vida de Samuel.

En ambos casos le habría convenido más maquillar el mensaje o evitar decirlo tal cual, pero en los dos Samuel lo declaró fielmente.

En el primero, le tuvo que dar un mensaje duro a Elí, le dijo que la predicción que había hecho “el Varón de Dios” sobre la muerte de sus hijos y el futuro triste que le esperaba a su descendencia se cumpliría sin demora y en el segundo, le tuvo que decir al pueblo de Israel, las consecuencias nefastas que iba a tener para ellos el hecho de que nombrara un Rey.

Dar todo el mensaje de Dios hoy en día no es fácil.

Es más sencillo pasar desapercibido.

No es fácil declarar que la homosexualidad es pecado, que el adúltero es abominable delante de Dios, que la fornicación tiene consecuencias muy tristes en la vida de las personas, en resumen no es fácil ser un profeta que declara todo el consejo de Dios, y mucho menos cuando empiece la persecución que no sé porque me da, no va a tardar mucho.

Esta es una condición esencial del profeta, debe de estar dispuesto a declarar la Palabra de Dios a cualquier precio, ¿Estás dispuesto tú?

Samuel tenía buen testimonio

«Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a alguien, si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho para cegar mis ojos con él; y os lo restituiré.»

1 Samuel 12:3

«Entonces dijeron: Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún hombre.»

1 Samuel 12:4

Que importante es el buen testimonio. El mal testimonio es como una mancha de vino que estropea una camisa blanca perfecta.

Una vez me ha pasado que he escuchado predicar a alguien del que sabía a ciencia cierta que su testimonio no era bueno.

El mensaje que estaba dando esa persona era bueno en contenido, y fue bueno en tiempo, pero no pude escucharlo, porque sus acciones gritaban más y se las oía por encima de lo que estaba diciendo.

En Mateo 5, Jesús, enseñando el sermón del monte que sus oyentes eran la luz del mundo, termina diciendo:

«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.»

Mateo 5:16

Un poquito más adelante, en Mateo 7 dice: 

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.»

Mateo 7:15

«Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?» 

Mateo 7:16

Según el fruto y el testimonio del profeta se conoce si este es un verdadero profeta de Dios o es un falso profeta.

En los versículos que hemos leído al principio del discurso final de Samuel, se hizo evidente que había dado buen testimonio durante toda su vida.

Este discurso me recuerda a la despedida de Pablo en Mileto donde Pablo les dice a los que están allí con él, yo os protesto si alguien tiene algo contra mí que lo diga ahora, que declaración de integridad.

Buen testimonio.

La autoridad de Samuel

Samuel tenía autoridad

«Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.»

1 Samuel 7:3

«Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová.»

1 Samuel 7:4

«Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová.»

1 Samuel 7:5

«Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos de Israel en Mizpa.»

1 Samuel 7:6

En estos tres versículos que hemos leído podemos ver la autoridad que tenía Samuel.

Samuel ordenaba, y el pueblo obedecía.

Reflexionando sobre la autoridad del profeta de Dios, he llegado a la conclusión de que se desprende de todas las demás características.

Es decir, el profeta de Dios que tiene autoridad es el que ha sido llamado por Dios, el que está lleno del Espíritu Santo, que se mueve bajo autoridad, que declara todo el mensaje de Dios y que tiene un testimonio intachable.

Ese tiene autoridad, pero no una autoridad como nos la vende este mundo, sino una autoridad divina.

Me atrevo a decir sin temor a equivocarme que mi abuelo fue un profeta de Dios que cumplió con todas estas características.

En el antiguo templo de la iglesia que él fundó, al lado del púlpito había una pared de cristal que cerraba un cuarto que se aprovechaba para dar la escuela dominical.

Durante la predicación los niños nos metíamos ahí y, o bien teníamos la clase, o simplemente jugábamos.

Como niños que éramos a veces nos descontrolábamos y hacíamos ruido.

Recuerdo perfectamente que cuando él estaba predicando, y nosotros hacíamos demasiado ruido, le bastaba con golpear con su anillo el cristal, para que todos nos quedásemos congelados, eso es autoridad.

Él me enseñó lo que es ponerte firme con una sola mirada, pero nunca jamás le escuché levantar la voz, no le hacía falta.

Desde hace dos semanas, ha estado viniendo un hombre de 83 años a dar una clase de Hechos de los apóstoles al seminario.

Cuando le vi por primera vez, humilde, hablando bajito y por allí desayunando en el semi, pensé, ufff, a este pobre se lo van a comer vivo las fieras de primero.

Pero todo esto cambió cuando le escuché predicar el primer día.

Para empezar todos los de su clase salieron al sonar el timbre calmaditos calmaditos, como si les hubieran dado un valium.

Después durante el culto ni se levantó para cantar pero desde el piano le vi adorando y ya empezó a conmoverme.

Después se puso detrás del púlpito y sólo le hicieron falta dos palabras para que todo el seminario empezase a llorar, él incluido. Las palabras fueron: «os amo».

El hombre, con una sencillez conmovedora nos contó su testimonio.

Lleno del Espíritu Santo, nos habló de Pablo, con una exposición fiel de las escrituras y nos hizo llorar a todos.

Teníamos ante nosotros, a un hombre con autoridad.

Cuando iba a finalizar su predicación, no hizo ni siquiera llamado, simplemente nos pidió que nos pusiéramos de pie, pero este estado no duró mucho, a los pocos segundos, estábamos todos de rodillas.

Esa es la autoridad que está necesitando este mundo en el que vivimos.

Gente que grita y que impone su criterio a la fuerza y con violencia sobra, pero Dios está llamando a profetas que demuestren la autoridad en y con amor.

Así que hemos visto las características del profeta de Dios a través de la vida de Samuel y ahora vamos a ver en qué consistía su mensaje y la declaración de la que os hablé al principio.

Todo esto está contenido en la segunda parte del versículo: 

«Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó que cayera a tierra ninguna de sus palabras.»

Samuel 3:19

El mensaje de Samuel

SU MENSAJE

Estudiando y analizando el versículo que es el texto base del mensaje en hebreo, he hecho varios descubrimientos que me tienen enamorado pero en cuanto al mensaje es lo siguiente: el sujeto de la última partícula (no dejó que cayera a tierra ninguna de sus palabras) es Jehová, pero no sólo es el sujeto, sino que el posesivo “sus” no se refiere explícitamente a Samuel, sino que se refiere a Jehová.

Luego las palabras que no cayeron a tierra fueron las de Jehová, no las de Samuel, o mejor dicho, las que habló Jehová a través de Samuel.

Si Samuel se hubiera puesto a hablar mensajes de su propia cosecha, te aseguro que esas palabras si habrían caído a tierra, sin embargo, su mensaje no fue suyo, sino la mismísima Palabra de Jehová.

Quiero resaltar cuatro características de lo que fue él mensaje de Samuel para el pueblo:

  1. El mensaje de Samuel dio vida a un pueblo que no tenía esperanza, porque la palabra de Dios es y da vida.
    En todo Génesis 1 en la creación, dice y “dijo Jehová”.
    Cuando Dios manda a Ezequiel a profetizar en el valle de huesos secos, vemos como la palabra de Dios da vida a los huesos que estaban muertos.
    Y seguro que se os ocurren miles de ejemplos más, la palabra de Dios es Vida.
  2. El mensaje de Samuel alimentó a un pueblo que desfallecía por la falta de visión y por falta de Palabra, porque la Palabra de Dios es alimento para el alma, Carne para el Espíritu.
    Cuando Jesús fue tentado en el desierto, y Satanás le dijo que porque no convertía las piedras en pan, Jesús le respondió: «no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.»
  3. La Palabra de Dios trajo alegría y gozo para el pueblo durante el tiempo en el que fue predicada y obedecida porque eso es lo que trae la palabra de Dios, alegría y gozo.
    Jeremías que es el profeta llorón y estaba más veces triste que alegre pero le dice a Jehová que su palabra fue gozo y alegría.
    Esa es la Palabra de Dios, la que transforma las situaciones, la que aún en medio de la tristeza, trae gozo y alegría.
  4. La palabra de Dios trae dirección y salvación.
    Cuando el pueblo de Dios estaba frente al mar rojo, con los egipcios detrás y se vio encerrado, se desesperó y le dijo a Moisés ¿qué haremos ahora?
    Vemos en todo el Antiguo Testamento como el Rey o el pueblo, cuando necesitaba dirección acudía al profeta de Jehová, y entonces venía esa palabra de Jehová para dirección y salvación: “Cruzaréis el mar rojo”.

Luego, la palabra de Dios es vida, es alimento es alegría y gozo, es salvación y dirección pero lo más importante de todo; la palabra de Dios es Cristo.

En él se dan todos estos beneficios y cualidades, Él es el Logos, el verbo Divino:

  • Cristo es el pan de vida y el alimento espiritual que necesita nuestro mundo.
  • Cristo es la alegría y el gozo que la gente cansada y triste necesita y que sólo Él puede dar.
  • Cristo es el único que puede salvar a esta humanidad perdida.

¿Cuál fue el mensaje de Samuel en esa época? La palabra de Jehová que trajo todos esos beneficios.

Un tipo de Cristo ¿Cuál debe ser nuestro mensaje hoy, en esta época? Cristo mismo.


La palabra de Samuel no cayó a tierra

ECHAR A TIERRA

Esta expresión me tiene fascinado.

No por el sentido en el que os voy a hablar de ella para concluir, sino porque he encontrado un montón de enseñanza y aplicaciones que, si el Señor me lo permite, algún día pienso recogerlas en un libro.

En lo que al versículo en cuestión se refiere, echar a tierra o echar en tierra significa no cumplir o dejar que algo se pierda.

Las Escrituras nos muestran otro ejemplo en el que se utiliza esta expresión y el significado es el mismo y queda meridianamente claro.

En Génesis 38 se nos habla de Onán y de la historia de su hermano. Su hermano Er, fue malo ante los ojos de Jehová, y dice el texto que Jehová mismo le quitó la vida.

Como era costumbre en la época, el Padre de Onán le pidió a Onán que se casara con la viuda de su hermano que se llamaba Tamar, para que le diese descendencia.

Sabiendo Onán que la descendencia no sería suya sino de su hermano, dice la Palabra que no llegaba a consumar el acto sexual con su esposa, sino que echaba en tierra y a buen entendedor pocas palabras bastan.

Así que como hemos dicho antes, echar en tierra significa no cumplir o dejar que algo se pierda.

Incluso en castellano hay una expresión parecida que significa lo mismo “echar por tierra” que significa desechar, desperdiciar, tirar algo.

Si tu mensaje, si tus palabras, si lo que estás proclamando es a Cristo crucificado, puedes tener la certeza de que Jehová no va a dejar que ninguna de sus palabras y mucho menos su Logos, caiga a tierra.

El mensaje de Samuel representaba perfectamente a Cristo, como hemos dicho antes, era un tipo de nuestro Señor, así que esa Palabra no cayó a tierra, esa Palabra nunca vuelve vacía.

«así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.»

Isaías 55:11

CONCLUSIÓN

Hemos visto a través de la vida de Samuel, como se encontraba la sociedad que le rodeaba en aquella época.

El país estaba fragmentado, estaba sumido en una especia de anarquía y en constante guerra con los filisteos.

La corrupción era total y había contagiado incluso el culto a Jehová.

Los hijos de Elí, habían pervertido de tal forma el culto que ya la gente no quería, ni siquiera, ofrecer sacrificios a Jehová.

En toda esa situación, Dios levantó a un profeta al que llamó, al que llenó de su Espíritu Santo, que se movía y estaba bajo autoridad, que declaraba el mensaje fielmente, que tenía buen testimonio y que poseía la autoridad que tiene el que cumple con todas las características anteriores, la autoridad divina.

Hemos visto cual era su mensaje, las características y el impacto que tuvo su predicación en la sociedad en la que vivía y que por su fidelidad y su mensaje, Jehová no dejó que ninguna de esas Palabras que puso en su boca, cayera a tierra, es decir, que cumplió todo al pie de la letra.

Su mensaje fue bueno a secas.

Hemos visto también como están las cosas hoy en día. La gente que nos rodea tiene una desesperación parecida a la que tenía la gente en aquella época porque la situación es, si cabe, peor.

Dios está llamando a su pueblo, a sus profetas, te está llamando por tu nombre para que declares el mensaje con integridad, para que declares a Cristo y tu mensaje sea también BUENO, a secas.

Si estás dispuesto a pagar el precio, a ir contra corriente, a declarar fielmente el mensaje de Dios, una cosa si te puedo asegurar, la Palabra de Dios va a cumplir el propósito para el cual fue enviada.

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